ALGUNAS REFLEXIONES
"El Patrimonio Cultural no es una momia y, si optamos por una metáfora, el Patrimonio Cultural se acomoda más en la imagen de la raíz de una planta. En un árbol, la raíz está presente en el tronco, en las ramas, en las hojas, en las flores, en los frutos y en las semillas de este que, al incorporarse al suelo, engendra nuevas raíces, de la misma especie del árbol patrón pero, en un individuo histórico diferente." Director de la UNESCO
Una pieza arqueológica, privada de su contexto, sólo representa nada de otro que un objeto vacío, privado de sentido e historia... un sobre estético mudo. Al contrario, puesta de nuevo en su contexto, esta pieza encuentra su lugar en la Historia, testimonio de los hombres que la trabajaron y utilizaron. Privar la investigación científica, sin hablar de las comunidades locales, de estos testimonios es un crimen que debe ser combatido por todos los medios posibles. El saqueo, no es solamente el robo del objeto, es también el robo de la Historia. Sin embargo, debemos reconocer que algunos coleccionistas desempeñaron un papel principal en la constitución de las colecciones museologicas y/o la investigación científica, protegiendo los vestigios, investiguandos, publicandos sus colecciones, etc. Son las condiciones en las cuales se adquirieron las piezas que reside, en mi opinion, la clave del problema. A partir del saqueo, el contexto - la historia del objeto - desaparece y, también, se pierde un pedazo de la Historia del Hombre. Por consiguiente, el objeto se queda vacío de sentido, desaparece como “objeto significando.”
Me permitiré mencionar inicialmente las implicaciones del saqueo en la investigación arqueológica y los medios de lucha de los que disponemos para interesarme más tarde a las obligaciones y responsabilidades de los coleccionistas privados e instituciones muséales.
Para numerosos profesionales, la existencia de colecciones particulares es un hecho inadmisible. No comparto esta opinión por distintas razones: En numerosos países, los objetos arqueológicos se conservan mejor en las casas de particulares sensibles a la importancia de estos vestigios que en las reservas de las instituciones públicas. Por otra parte, la compra de artefactos robados o salidos ilegalmente del territorio es, a menudo, el único rastro que disponemos en el conocimiento de piezas o culturas singulares que pertenecen a yacimientos saqueados desde hace mucho tiempo, aún desconocido de la comunidad de los investigadores. Mencionaré aquí el ejemplo de Jiroft, en el valle del Halil Rud (sureste iraní), que se saqueo durante años antes de su descubrimiento por arqueólogos. Numerosos museos y particulares se habían llevado compradores de estas piezas conocidas en el conjunto de los sitios regionales, pero cuyo origen siguió siendo desconocido hasta el descubrimiento del yacimiento, cuya necrópolis fue destruía completamente por los trabajos de saqueos. En Ecuador, los ejemplos no faltan: Cerro Narrio, Alacao, La Tolita… Sin las compras de coleccionistas e instituciones una gran parte de los objetos emblemáticos del país habría desaparecido. Algunas personas me responderán que los artefactos originarios de estos yacimientos sufren de una falta de contexto, excluyéndolos de la historia y de la ciencia. Estos artefactos nunca habrían caído en las manos de los coleccionistas si se hubieran protegido los sitios o que las comunidades adyacentes habían sido más respetuosas de su patrimonio. Ciertamente, pero el hecho es que bienes arqueológicos salen ilegalmente de sus países de origen todos los días. ¿Qué hacer? ¿Ignorarlos? ¿Cerrar los ojos para no ver? No soy favorable ya que es ocultar voluntariamente un inmenso corpus que debe, evidentemente, manejarse con precaución. Ernesto Salazar abordó esta cuestión en un artículo publicado sobre este portal. Florencio Delgado trata igualmente de explicar este problema en un artículo.
La protección de los bienes patrimoniales implica una cooperación interinstitucional e internacional. Esta cooperación sólo podrá ser efectiva si las bases de datos, los registros, los inventarios y las fotografías se constituyan correctamente y se mantienen actualizados, compartidos entre el conjunto de actores internacionales encargados de la lucha contra el tráfico ilegal de bienes culturales y, por consiguiente, el saqueo de los recursos patrimoniales. Implica también la participación de expertos con el fin de determinar autenticidad y el origen de las piezas ofrecidas en el mercado. Es sobre estos puntos que la comunidad científica debe actuar y aportar su apoyo a las autoridades y ONG sensibilizadas a este problema.
El saqueo y el robo de bienes culturales se estructuran desde los países del Norte, grandes aficionados de artes aborigenos (un ejemplo cerca de Quito). Para poner remedio a eso, existe distintos medios. Entre los principales: la educación de los coleccionistas y del público en general, la lucha coordinada entre país, la instauración de recursos alternativos para las comunidades, la aplicación real de los textos de ley y los tratados nacionales e internacionales, etc. Estas soluciones deben ser discutidas, combinadas y validadas entre los protagonistas con el fin de obtener los mejores resultados.
Obtener una pieza vendida en un marco legal no me parece cuestionable - además de su responsabilidad en la conservación adecuada de sus colecciones - demostrar una gran ética.
No existe, a mi conocimiento, carta ética o deontológica para los coleccionistas privados. Propongo aquí algunas reflexiones:
• No desarrollar o apoyar el tráfico ilegal por “pedidos” de bienes arqueológicos. No fomentar - incluso en el marco de una adquisición legal - la salida de un artefacto de su país de origen.
• Denunciar a las autoridades competentes y a las embajadas de los países en cuestión los vendedores y las galerías que proponen objetos robados.
• Antes de una posible compra, obtener el conjunto de los certificados que prueban la legalidad de la transacción. Hacer también comprobar la pieza con la ayuda de un experto.
• Apoyar las autoridades en el desmantelamiento de las redes organizadas.
• Conservar las colecciones en las mejores condiciones de conservación y seguridad, de acuerdo - si es posible - con las normas y estándares internacionales.
• Permitir a los científicos y profesionales acceder a los objetos para realizar inventarios y distintos estudios. Del mismo modo, autorizar las instituciones muséales a utilizar las colecciones privadas para la organización de exposiciones temporales.
• No revender las piezas; legarlas a una institución encargada del patrimonio, si las garantías de conservación y seguridad son suficientes.
• Evitar dejar caer piezas emblematicas o singulares en manos no especializadas.
Por tontas pueden parecen estas algunas propuestas, me parece importante de proponer un proyecto de carta ético, que no regulará esta actividad sino que dará un marco, inevitablemente facultativo, a la compra y la venta de bienes patrimoniales. A través de un organismo certificador por ejemplo, los establecimientos de venta que se comprometerían a seguir esta carta se gratificarán de un logo; de la misma maneja que existen organismos de certificaciones para la extracción responsable de la madera exótica en bosque tropical (Forest Stewardship Council). Si nos es imposible poner fin a estas actividades, intentamos limitar las consecuencias desastrosas para la historia de los pueblos.
La adquisición de piezas robadas o salidas ilegalmente de un país es reprensible. No obstante, algunas instituciones oficiales - como los museos - tienen la obligación de adquirir piezas en condiciones precisas.
Los museos tienen por primer objetivo la conservación y la investigación del patrimonio cultural de las naciones. Entre sus atribuciones, tienen también la responsabilidad de recuperar las piezas más singulares, de una cultura desconocida o rara, con el fin de conservarlas y ofrecerlas a la vista del público.
Es de esta manera que Incógnita llegó en nuestras manos; porque un gran museo ecuatoriano se negó a adquirir una única pieza, de una cultura desconocida.
La dirección de las instituciones muséales debe pues hacer una elección ética, entre comprar las piezas saqueadas o descubiertas fortuitamente, mudas y sin historia - lo que tiene por consecuencia de apoyar las actividades ilegales - o, al contrario, negarse a comprar estos objetos y tomar el riesgo de verlos desaparecer en colecciones privadas. Este círculo vicioso es extremadamente difícil a destruir. Sobre este tema preciso, los artículos Huaquería, coleccionismo y destrucción de sitios arqueológicos y El Sistema escrito por Florencio Delgado y Ernesto Salazar, respectivamente, publicado en las Apachita n°2 y n°5, presenta un análisis pertinente del problema que enfrentan los Estados.
Debemos reconocer que, desgraciadamente, la grande mayoría de las piezas visibles en los museos nacionales de Ecuador son mudas; sobres vacíos que presentan solamente un aspecto estético. La historia está en el “contexto arqueológico”, no en el objeto propio, por bonito y singular sea. Los museos o las colecciones particulares se llenan mayoritariamente del “vacío histórico” dejado por los saqueadores; llenados con la historia de la lucha contra el saqueo y de la recuperación de los bienes culturales. Cada objeto arqueológico recuperado por las autoridades que dan la vuelta a su país de origen debe saludarse como una victoria. Pero el mal es hecho. La pérdida, irreparable.
A manera de conclusión...
La cuestión del tráfico ilegal y el colleccionismo es compleja. Poner fin a esta situación es un deseo pila, ninguna solución será nunca completamente eficaz contra el tráfico ilegal y el saqueo de los bienes culturales. Este consentimiento de impotencia no debe considerarse como una maneja de no tomar partido sobre la cuestión, al contrario. Debemos intentar todo para frenar estas actividades.
Los textos legislativos nacionales e internacionales que regulan esta actividad son numerosos, lo mismo ocurre con las sanciones; sin embargo, los medios humanos y materiales a disposición de los servicios especializados son limitados y la ayuda de los especialistas difícil a obtener. No nos velamos la cara. Todos los protagonistas implicados son conscientes del problema, cada uno grita al lobo. Es importante ahora que todas las partes (autoridades, científicos, comunidades, coleccionistas) reflexionan, juntas, sobre las soluciones viables para la prevención de los saqueos, el desmantelamiento de las redes de saqueadores y la recuperación de los objetos robados.
En un país como Ecuador, donde las autoridades no están todavía en condiciones de proteger el patrimonio cultural de todo tipo (de los artefactos arqueológicos a los conocimientos tradicionales) por distintas razones, debemos apoyar a las comunidades que desean proteger la riqueza cultural de la cual son herederas (por ejemplo: Agua Blanca y su centro de interpretación).
Tales bibliotecas con múltiples secciones que clasificamos, movemos, readecuamos, para que lentamente se recompongan nuestras identidades. [Viviane Chocas, Bazar Magyar]