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Arqueología Ecuatoriana | Foros

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Napoleón Almeida Durán ha publicado un corto texto sobre Arqueología y Universidad en El Mercurio de Cuenca el 16 julio, 2012.
http://www.elmercurio.com.ec/340769-arq … sidad.html

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La homologación de títulos será más ágil y no tendrá costo

La Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Senescyt), presentó una lista de universidades extranjeras que serán reconocidas por la entidad. El objetivo es agilizar el reconocimiento de títulos obtenidos en otros países. Cuando funcionaba el Consejo Nacional de Educación Superior (CONESUP), antes de la entrada en vigencia la nueva Ley universitaria, la homologación de un título obtenido en el exterior demoraba de uno a dos años y tenía un alto costo.

Esto es lo que quiere cambiar la Secretaría de Educación Superior (Senescyt), informó su secretario. “Ahora, los profesionales graduados fuera, que tienen una alta especialidad, no tienen que pagar por estos temas”, afirmó.

Alrededor de mil universidades, las más reconocidas en el exterior, han sido registradas por la Secretaría, entre ellas están Cambridge, California, Oxford, Harvard, Massachuset. Las demás las puede encontrar en la página web de la Secretaría http://www.senescyt.gob.ec.

Las opciones de homologación de títulos pueden ser las siguientes:

  • De forma automática (Listado de universidades)

  • El título fue obtenido en los países con los cuales el Ecuador mantiene Convenio Internacional sobre esta materia.

  • A través de un comité interinstitucional

  • A través de procesos de homologación y revalidación

Leer más en Ecuador Inmediato

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Recordamos para nuestros lectores que el texto completo del artículo de Francisco Valdez en la Revista del INPC No2 esta disponible en la página http://revistas.arqueo-ecuatoriana.ec/e … -un-debate y es abierto a los comentarios. También, recordamos que nuestros foros son abiertos a todos los que quieren expresarse, dejando una respuesta o abriendo nuevos temas de discussión.

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En las últimas semanas se ha discutido, vociferado, enojado e ignorado el artículo que mueve esta discusión (http://downloads.arqueo-ecuatoriana.ec/ … ista_2.pdf)  ..... PERO ALGUIEN MAS HA ESCRITO UNA COMA SOBRE ESTO....

Es más que obvio que los arqueólogos ecuatorianos no acostumbramos a escribir lo que hacemos, que en si es fatal, pero no defender nuestros malestares o protestas y quedarnos callados sin dejar de ser invisibles es lo único que identifica la arqueología ecuatoriana del siglo XXI sin importar quien sea (PUCE, ESPOL-CEAA {no CEA}, egresados, licenciados, con maestría o doctorados o sin ellos) esto nos caracteriza y une y no necesariamente un buen trato a nuestra profesión.

Colegas escribamos, dejemos de ser invisibles.

Atte.
Fernando Mejía

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REFLEXIONES A PARTIR DE UN CASO PUNTUAL: UNA EXPERIENCIA EN EL DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA DE LA PUCE

    Al ver que “Arqueología Ecuatoriana” lanzaba un debate sobre la situación actual de la arqueología en la educación superior, se me cruzaron miles de nombres, entidades y casos por la cabeza. El tema del debate es de hecho muy complejo y atañe a múltiples problemáticas debido a la naturaleza holística del concepto mismo de “educación”. No obstante, como profesional joven recién graduada, consciente de la “crisis” actual de la arqueología en el Ecuador, y del papel decisivo de la educación para comenzar a resolverla, pensé que era mi obligación participar en el debate. Con ideas que serán válidas o no, pero al menos que habrán sido compartidas. Con este propósito en mente, y para evitar desviarme del tema, se me ocurrió que lo mejor sería comenzar por lo único que me consta: mi propia experiencia. No con afanes autobiográficos desde luego (para eso está Facebook), sino más bien con la intención de discernir lo positivo de lo negativo y plantear propuestas.

    Entré al Departamento de Arqueología de la PUCE en septiembre del 2004 con la firme intención de estudiar arqueología, ciencia que me apasiona desde la infancia. Me gradué como Antropóloga con Mención en Arqueología en febrero del 2009. Tuve tres profesores de arqueología durante toda la carrera. Lo más probable es que los conocidos los identifiquen de inmediato, pero dentro de la idea de descartar -en lo posible- eventuales consideraciones de tipo personal y contribuir a centrarnos en la “objetividad” del debate, los llamaremos “profesor A”, “profesor B” y “profesor C”. El Profesor A es un personaje conocido por su experiencia académica y su trato con los estudiantes. En este contexto, aprendí mucho y tuve además la oportunidad de asistir a congresos internacionales, conocer sitios y ampliar/diversificar los temas vistos en clases a través de mi participación en la pequeña –pero no menos influyente- publicación de A. Durante dos años, A fue el único profesor que mis compañeros y yo tuvimos en arqueología, por lo cual –como es natural, y sin ánimos de ofender- las clases y las experiencias comenzaron a volverse algo redundantes: se necesitaba ver “algo más”. En ese preciso momento, B entró en escena. Sin temor a las palabras, la llegada de B fue una inesperada revelación, el detonante que inconscientemente se estaba esperando: un arqueólogo joven, dinámico, abierto, colaborador con los estudiantes, en pleno proceso de investigación, que amplió radicalmente mi visión de la arqueología, y me ayudó a contextualizar todo lo que había aprendido hasta ese momento, tanto desde un punto de vista teórico como empírico. Si esto fuera poco, la aparición de B coincidió con el nacimiento de la Página Web “Arqueología Ecuatoriana”, dirigida por quien llegara a ser mi tercer y último profesor: C. Mi experiencia en la página web fue fantástica: aprendí muchísimo, tanto de contenidos propios de la arqueología, como del uso de la informática en la disciplina (agradecimientos al webmaster por su paciencia); la página web fue además la ocasión de hacer contactos y difundir mis trabajos y criterios. Adicionalmente, las enseñanzas de C fueron algo así como una síntesis de la carrera: me permitieron profundizar los contenidos asimilados con los profesores A y B, a la luz del pensamiento teórico y crítico adquirido con B. Fue además la oportunidad de familiarizarme más ampliamente con el proceso de investigación arqueológica como tal y todo lo que éste implica (aspecto académico, humano), punto que B ya había introducido.

Tal como lo profesa lo que de alguna forma se ha vuelto el –quizá algo radical- leitmotiv de la carrera de arqueología en la PUCE, “la arqueología es antropología o no es nada”. Tal como me pude dar cuenta a lo largo de mi carrera en la Católica, las materias de antropología fueron algo así como la columna vertebral de lo que estaba aprendiendo en arqueología. Por motivos diversos que quizá no entren directamente en esta discusión, en antropología, la planta docente es mucho más variada que en arqueología en la Católica. En ese sentido, nada más acotaré que tuve al menos cuatro excelentes profesores antropólogos cuyas enseñanzas respaldaron y fortalecieron lo aprendido con A, B y C.

    Ahora bien: ¿qué conclusiones generales -que sirvan en el presente debate- se pueden sacar a partir de esta experiencia puntual?

Para comenzar, una aclaración: cuando la mayoría de estudiantes comienzan la universidad, tienen alrededor de 18 años y acaban de graduarse de bachilleres. En el colegio, estaban acostumbrados a cumplir con los “deberes”, a que los profesores les den todo “comidito”. La universidad es algo diferente. Nadie obliga a los alumnos a “hacer la tarea”: ellos mismos tienen que buscar contactos, bibliografía, temas de interés, lecturas que no “mandó el profesor”, trabajos de campo para las vacaciones. Ellos mismos van armando su proyecto académico a futuro. Muchos estudiantes no entienden eso: esperan que todo les venga del docente y evidentemente, al no ser así, se decepcionan, más aún si por desventura el profesor les “cayó mal” (justificada o injustificadamente). Si bien es cierto que los profesores no insisten suficientemente en este aspecto y son en parte responsables de este desfase entre sus expectativas y las de los alumnos, tampoco se les puede culpar de todos los males que asechan a los estudiantes: de lo que he vivido y escuchado, en la Católica HUBO y HAY oportunidades y al estudiante le corresponde decidir si las aprovecha o no. 

Desde luego, y aunque la universidad sea efectivamente un espacio en que uno esté libre de armar su proyecto académico, se necesitan buenos guías (de lo contrario no existiera la universidad: todos fueran autodidactas). Éste es precisamente el papel de los profesores. En la Católica, -durante mucho tiempo-, existió un solo profesor arqueólogo a tiempo completo (llamado A aquí). Sin desmerecer los aportes de A, es esencial para la formación de los estudiantes en cualquier carrera, que haya MÍNIMO 3 profesores que permitan diversificar los enfoques y ampliar perspectivas. No es justo ni académicamente serio que la formación de los alumnos esté únicamente sujetada a las coincidencias de la vida: si se dio la suerte de que un B o un C se presente en el camino y se aprovechó la oportunidad (otros profesores B o C han pasado por la Católica en décadas anteriores), “hay chance”. Si no, qué pena…

La solución a este problema puede parecer simple: contratar a más profesores arqueólogos en la Católica. ¿Cuánto se les paga a los profesores arqueólogos a tiempo parcial en dicha universidad? Poco más o menos cinco dólares la hora. Siendo realistas, por más amor a la camiseta que se le tenga a la profesión, serán muy pocos quienes acepten este sueldo. Esta vez, la eventual solución a este problema se complica un poco: ¡que se les pague más a los profesores arqueólogos en la PUCE! Respuesta de la planta administrativa de la PUCE: “la arqueología no es una carrera “rentable”, por lo tanto, no se invertirá más de lo que ya está; confórmense”. En un sistema mercantilizado, esta respuesta de los administradores de la PUCE es un reflejo de lo que piensa la sociedad ecuatoriana en general de la arqueología. Se lo ve claramente en las Casas Abiertas: cuántos estudiantes se lamentan frente al estante de la Escuela de Antropología porque “a mí me encanta la arqueología pero mi mamá/papá/abuelos/panas/perro/gato no quieren que me meta porque dicen que me voy a morir de hambre”… ¿Por qué mamá/papá/abuelos/panas/perro/gato piensan así? Porque en las últimas décadas, el aspecto comunicativo y socializador de la arqueología fue totalmente descuidado por la mayoría de quienes ejercen la profesión, y por ende, la sociedad la estigmatizó como “poco rentable”. Cambiar esta percepción y demostrar que la arqueología puede ser mucho más que “rentable” es un proceso largo que no se lo va a lograr de la noche a la mañana, pero los arqueólogos profesionales tienen la OBLIGACIÓN DEONTOLÓGICA de iniciarlo YA.

Desde luego, quienes siguen la carrera de arqueología en la PUCE no se van a congelar en el tiempo hasta que la sociedad y los administradores de la universidad cambien de criterio y decidan apoyar a la arqueología. ¿Qué hacer hasta mientras? Nos guste o no, vivimos en un mundo mercantilizado y hasta cierto punto hay que seguir las reglas del juego. Pensemos luego en soluciones “a bajo costo”:

Evocaré aquí un aspecto que me llamó mucho la atención durante mi paso por la PUCE, a saber, la falta de coordinación entre la formación recibida en la Universidad y las entidades culturales del país, falla que afecta tanto el trabajo del estudiante durante su carrera universitaria como en los inicios de su vida profesional.

Por definición, el arqueólogo investiga y la universidad le da las herramientas necesarias para aprender a hacerlo. Quiera que no, el INPC es –hasta ahora al menos -la entidad por la cual todo investigador arqueólogo nacional o extranjero tiene que pasar inexorablemente. Como consecuencia, es vital que ya desde la universidad los estudiantes estén concretamente familiarizados con las realidades del INPC y –ahora- las demás entidades culturales, más allá del criterio abstracto que el profesor les podrá dar en clases al respecto. Por otra parte ¿cuántos informes de talleres valiosos o monografías yacen olvidados y empolvados en los cajones de algún escritorio del Piso 9? ¿Por qué no hacer un convenio con el INPC o el Ministerio de Cultura para sacar provecho de estos aportes estudiantiles? Es así como –“a cambio” de beneficiarse de los trabajos de los estudiantes-, estas entidades pueden contribuir a su formación dándoles la ocasión de participar en los proyectos que impulsan. El INPC por ejemplo está actualmente promoviendo numerosas consultorías en arqueología. ¿Por qué no pedir a los consultores que presenten sus trabajos y experiencias en la Católica, o acojan a estudiantes en sus proyectos? En comparación con las sumas –en algunos casos- abrumadoras que se están actualmente manejando en las entidades culturales del sector público, estas iniciativas no costarían mucho que digamos pero su resultado puede ser prometedor y beneficiar a todos. En fin, a la PUCE sólo le correspondería costear el papel de los convenios, la tinta y los pocos centavos de la luz que consume una computadora. Nada del otro mundo…

    Por suerte, no todo es negativo: en la PUCE, este tipo de asociaciones entre estudiantes e investigadores no es nueva: se dio y se sigue dando con arqueólogos extranjeros (tal como se lo puede ver ampliamente en el artículo de F. Valdez en la segunda edición de la revista del INPC), lo cual para muchos de nosotros fue de un gran provecho y tiene que seguir desarrollándose.

Adicionalmente, la página web es una herramienta fantástica, cuyo alcance potencial es fabuloso dentro de un proceso pedagógico, tanto para involucrar a los estudiantes en las realidades actuales de la arqueología en el país, como para ayudarles a conseguir bibliografía y contactos. Desgraciadamente, esta herramienta está totalmente sub-explotada desde el punto de vista pedagógico. Gracias a la buena voluntad de quienes la dirigen y administran, cambiar esta realidad “no cuesta mucho”.

Otro elemento de difusión que debe mantenerse y desarrollarse es la famosa Apachita, pues ésta inculca a los estudiantes la buena costumbre de PUBLICAR. Publicar es efectivamente darle un sentido social al quehacer arqueológico, lo cual permite justamente que la opinión pública ecuatoriana se entere de lo que se hace y deje de pensar que los arqueólogos son “ovnis sociales in-rentables”. Incentivar a que los alumnos participen en conferencias y congresos, y comiencen ellos mismos a organizar espacios de discusión es otro aspecto decisivo que hay que seguir manteniendo. Es efectivamente fundamental valorar las ideas de los estudiantes, hacerlos partícipes de la solución. De lo contrario saldrán –en el mejor de los casos- investigadores pasivos, conformistas e indiferentes que no cambiarán nada.

    Tal como se lo mencionó en introducción, estas sugerencias parten de una experiencia muy puntual. Durante mi paso por el Departamento de Antropología de la PUCE, he vivido, presenciado y escuchado de todo: alumnos que por algún motivo u otro (a menudo problemas personales con uno u otro profesor) renunciaron del todo a la arqueología / decidieron optar por la antropología sociocultural / ingresaron al sector público o privado  en calidad de egresados / prefirieron retomar la carrera años después / perseveraron y lograron graduarse a pesar de los obstáculos / hicieron talleres o tesis dirigidos por no-arqueólogos / se graduaron en el extranjero etc etc etc. Aunque sea un grito en el desierto, hago un llamado a los antiguos compañeros/colegas futuros o actuales quienes quizá se reconozcan en estos casos o en otros (en la Católica o en otras universidades), a compartirlos en este espacio y asimismo aportar con ideas que puedan contribuir a mejorar la calidad de la formación arqueológica en el país.

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Estimado Fernando,
Gracias por tus comentarios y aclaraciones.

Primeramente, como lo mencionamos ambos, este tema merece un debate muy serio, no solamente en esta página web, sino alrededor de una mesa con todos los involucrados: es decir casi todos los componente de la sociedad ecuatoriana.

La introducción y el cuerpo del artículo 8 de la Carta Internacional para la Gestión del Patrimonio Arqueológico, del ICOMOS, define como obligación moral de los Estados coordinar y desarrollar planes nacionales y ejes temáticos de formación universitaria. Esta responsabilidad es, en mi opinión, compartida entre el Instituto National de Patrimonio Cultural, los Ministerios de Cultura, de Educación y de Patrimonio, además de una responsabilidad de las casas de estudios. El INPC ha hecho algo, pero queda mucho más por mejorar y agilizar.

Estamos todos de acuerdo para decir que el problema no es responsabilidad única del INPC, sino de la buena aplicación y ejecución de las leyes y reglamentos actuales (recuerdo aquí que las leyes y los reglamentos ecuatorianos sobre el patrimonio cultural pueden ser consultados en la sección Leyes Nacionales de nuestro portal) y de la buena voluntad de los funcionarios del país. Por supuesto la licencia otorgada por el INPC a permitido eliminar un par de "aficionados" o asimilados, evitando así más pillajes para el patrimonio ecuatoriano, pero fue de doble filo como lo dijiste.
Los problemas y las fallas en los textos legales son problemas de legislación y normalización, no realmente de formación académica. Pero te invito calurosamente a abrir nuevos temas de discusión sobre la reglamentación arqueológica en el país y las reformas necesarias. Nuestro foro es abierto, empuja la puerta. Cada uno puede ofrecer su piedra al edificio.

El problema de la capacitación académica de los arqueólogos no es un problema legal. La convalidación de los títulos no es un problema essential porque implica un numero muy limitado de profesionales. El problema es la falta de especialistas, y la formación teórica y práctica de los pocos estudiantes en el Ecuador; y tu lo identifica claramente:

Fer escribió:

Este registro ha permitido identificar a 52 arqueólogos avalados por el INPC, pero reconocemos que hay unos 20 más sin registro. Pero a pesar que somos pocos ya, esta cantidad de profesionales tampoco es una realidad. en la práctica, eliminando los que formamos parte de la institución, los otros servidores públicos de otras entidades, los que ya están "colgando el badilejo por la edad" o los que se graduaron y nunca ejercieron; son una veintena de arqueólogos los que están ejecutando investigación en el País y esta es una cantidad lamentable.

¿Porque hay tan pocos profesionales? ¿Que paso en Ecuador cuando se ve que en los países vecinos hay decenas de arqueólogos y demás especialistas del pasado? ¿Porque no he oído hablar de ningún proyecto o esfuerzo por parte de las autoridades estatales/universitarias para cambiar este hecho y no condenar la profesión a futuro y, por extensión, el conocimiento del pasado? En el país cuya capital a prestado su nombre a un conjunto de normas dedicadas a mejorar la inclusión de la sociedad en los ámbitos de la arqueología e historia del arte, es lamentable que las "Normas de Quito" sean tan pobremente aplicadas.

¿Cuales son los planes para las formación académica en Ecuador? ¿Porque los arqueólogos nacionales son muy pocos en capacitar estudiantes y no tratan de convencer a sus autoridades (Estado o Universidad) de la importancia de esas carreras? Si los más involucrados en el tema no lo hacen… ¿Quien lo hará? Y repito lo que dicho desde años: Hay que dejar de lado peleas absurdas y personales para trabajar conjuntamente con todos los componentes implicados (Universidades, INPC, arqueólogos, Ministerios de Cultura, de Patrimonio, de Educación, de Policía, etc.) para mejorar la profesión y sus vínculos con la población y las autoridades. Citare por ejemplo, los esfuerzos que realicen las casas de estudios europea en la creación de una Red Europea de Americanistas y en la creación de un Master Europeo de Arqueología y Arte Precolombino, dejando las peleas y aprovechando las especialidades de múltiples universidades del continente para capacitar a los alumnos.

En fin, me alegro ver que los últimos egresados de la ESPOL se van a capacitar. Pero el problema de egresado persiste : ¿a nivel internacional, que título corresponderia a "egresado"? y más que todos, ¿Porque, si no son considerados oficialmente como arqueólogos por el INPC, tienen la posibilidad de exercer, por derogación de firma de un arqueólogo titulado, en algunos casos?

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Compañeros y colegas
Aunque este articulo y su complemento publicado en la revista del INPC No.2, merece un debate serio de los problemas de la arqueología del país y esta pocas líneas no se dirigirán hacia ese fin, me permito solo presentarle una pequeña ampliación en un par de tema mencionados en el articulo y que no profundizara en nada del "fondo" del tema pero si aclarara en algo para la discusion. escribo estas lineas como parte del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, institución que desde unos años represento, defiendo y trato de mejorar.

En la sección "La capacitación en el exterior" se menciona textualmente que "Además, la licencia del INPC no es dada a los arqueólogos que no hayan presentado títulos universitarios validados y que no hayan pagado algunos dólares para el trámite (i.e. el carné de arqueólogo)".

Esto tiene referencia al articulo 28 de la ley de Patrimonio (emitido en el año 1979 en vigencia), al articulo 61 y 62 del reglamento general de la ley de Patrimonio (emitido en el 1984) y la mayoría de los primeros artículos de el reglamento Para la concesión de permisos de investigación Arqueológica terrestre (emitido en el años 1992, y que según mi apreciación es incompleto y en ciertas secciones muy laxas, pero ha sido la herramienta que ha controlado bien o mal, pero ha controlado la actividad arqueológica de los últimos 18 años).

La carnetización como resultado evidente del aval que debía dar el INPC a los arqueólogos reconocidos del país, y entiendo como "reconocidos" a los colegas que hacen el mero tramite de pedir por escrito ser registrados por el INPC, anexando obviamente su documentación de respaldo, tan simple como eso.

En el 2005 en un movimiento de intentar auto sustentabilidad al interior del INPC, este carnet tuvo un valor, el de $15 arqueólogos nacional y $60 arqueólogos extranjeros y como resultado se les otorgaba una "espantosa cartulina" con tu foto (apreciación completamente mía) que informaba que era arqueólogo avalado por el estado. La intención de cobrar estos costos fue derogado a inicio de este año (abril o mayo 2010), registrándose y emitiéndose el carnet sin costo alguno. Aunque la carnetización en su momento o el registro profesional ahora, con costo o sin costo, ha permitido detener la intención de muchos “amateur” que deseaban ser reconocidos como arqueólogos en el país sin serlo, obviamente hay problemas ya que uno que otro si estan registrados, por algunos vacios del reglamento en mención.

Es una verdad también que en ese reglamento, los más afectados son los colegas ecuatorianos, con un pregrado en el país y postgrado en el exterior o con pregrado y postgrado en el exterior ya que no solo deben enfrentar el registro de arqueólogos, sino la maraña de trámites del CONESUP para avalar sus títulos, pero esto es un problema que se escapa del INPC. Esto además de ser un procedimiento engorroso que en la practica puede costar miles de dólares por la certificación, ha sido el impedimento que colegas se registren o por lo menos solo se registren como licenciados a pesar que sean máster o doctores, una injusticia que no se como resolver. Esto es un cuchillo de doble filo, impedimos que colegas ecuatorianos y verdaderos arqueólogos no trabajen en el país por la dificultad de su certificación y por otro lado los colega que después de mucho esfuerzo regresen al Ecuador con nuevos títulos bajo el brazo tampoco se los reconozca.

En ese sentido todo arqueólogo extranjero que desea trabajar en el país la tiene más fácil, sus títulos con una certificación en su cancillería de que la documentación es verídica ya lo logro, además de otros requisitos solicitados que no implican grandes tramites, descritos en el reglamento de concesiones.   

Este registro ha permitido identificar a 52 arqueólogos avalados por el INPC, pero reconocemos que hay unos 20 más sin registro. Pero a pesar que somos pocos ya, esta cantidad de profesionales tampoco es una realidad. en la práctica, eliminando los que formamos parte de la institución, los otros servidores públicos de otras entidades, los que ya están “colgando el badilejo por la edad” o los que se graduaron y nunca ejercieron; son una veintena de arqueólogos los que están ejecutando investigación en el País y esta es una cantidad lamentable.

Una ultima aclaración del texto a discutir. Donde se habla de la exuberante cantidad de no titulados en las univerisdades, del Centro de Estudios de Arqueológicos y Antropológicos de la Escuela Superior Politécnica del Litoral - Guayaquil en este momento solo existe 5 egresados sin titulación, de los cuales 3 de ellos están interesados o están trabajando en su tesis de licenciatura. Al graduarse o definitivamente deciden desechar su titulación en su vida, se cierra completamente la producción de arqueólogos de la ESPOL siendo un conflicto más de la realidad de la comunidad arqueológica nacional.

Atte.
Fernando Mejía

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Espacio de discusión relacionado al artículo "La enseñanza universitaria de la arqueología en Ecuador: pistas para un debate".
Participen y expresen su voz.



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